El escándalo de las sanguijuelas en Gijón
|La popular práctica de aplicar sanguijuelas vivas sobre la piel de los enfermos fue protagonista en 1903 de un sonoro proceso judicial
De tan indiscutida era ciega. La confianza en la hirudoterapia no conocía disenso a principios de siglo: así se llamaba a la creencia, tan extraña a oídos de hoy como milenaria, de que la aplicación de sanguijuelas sobre la piel del enfermo podía curar desde un simple catarro hasta una tuberculosis; una enfermedad nerviosa o un dolor de cabeza; acelerar la curación tras una cirugía o curar la debilidad de los niños. Los anélidos medicinales se vendían en las farmacias y, aplicados por un practicante sobre la zona a curar, simplemente tenían que ponerse a chupar la sangre del enfermo para sanarle. O eso, al menos, era lo que se creía en el Xixón de 1903, cuando Joaquín Diaz se hallaba en el trance de la agonía.
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