Telegrama

Tus ojos que miraban al suelo.

 La lluvia del invierno. Cafés matutinos previos a la reunión. Complejas discusiones entre especialistas. Los términos del contrato. Las líneas de trabajo. Los permisos. Ponernos en contacto. El diluvio y el bus. Un archivo desastrado. Un listado imposible. La casualidad de un roce de dedos. La estación. Los problemas. Los estudiantes desaliñados y esperpénticos. Las discusiones políticas. El carnaval que no fue. Tu recuerdo cualquier día, a las 4 de la mañana. Mi recuerdo. La simpatía. La tirantez. El café que se devoraba a sí mismo. Las compras bizarras por Ebay. Una mirada que dura una centésima más de lo debido. El primer tema de conversación que pude inventarme. Las noches de insomnio. El niño-vampiro. Las conversaciones infinitas. Debatir sobre el sexo de los ángeles. Arreglar el mundo. ¡Somos los mods!. La funcionaria que se rió de nosotros. Sueños imposibles. Números y legislaciones. Tu jersey. Un ISBN por hacer. La otra estación. Tu gesticulación enfadada. Más cafés. Chanchullos económicos. ¿Sabes llegar?. Nos dan las cuatro de la mañana. O las cinco. Berlín. Tu ausencia. El parón de todo. Stand-by. Una excusa cualquiera. Un me dejo engañar. Los trenes tienen horarios, pero se nos olvida. Una cerveza, la más fuerte que tengas. Una película lamentable, o una película buena. El brazo en la posición más incómoda posible. El diluvio universal. Gascona. Pero bueno. Cerveza o jazz. Jazz y cerveza. El extraño café de los señores y las señoritas. La Corrada. Un bar vacío. Un teclado por afinar. Un mundo en tus labios. Una vida en tu lengua. Tu olor. La calle mojada. Cada esquina del camino. El lentísimo ascensor. Y nos dieron las diez. Buenos días, princesa. La mañana en tu ventana. Fast food. La vuelta a casa. Dejarse llevar. La escapada. Te quiero. La estación de nuevo. Los camareros acosadores. Multiculturalidad culinaria. Tener miedo y no importarnos. Disimular ante la gente. Las preguntas imposibles. La vida por delante.

Tus ojos verdes que miran mis ojos.

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