Rabia salvaje. Envidia máxima. A Hippolythe Bayard, por tranquilo, le habían pisado el invento. Él había investigado en el arte, que aún no tenía ni tal consideración ni
Porque era fea, y flaca, y dentona, y huesuda, a Francisca Cañada nunca la escuchaba nadie. Siempre en silencio. Francisca, la favorita del padre por mor del sentimiento
Se emperigotaba, orgullosa, el dengue, llamaba traenta al tridente y garraba’l garabatu en vez de coger el rastrillo, pero para los de Anayo María siempre iba a ser
La mejor dedicación de Consola, la vecina de mis tatarabuelos, era, y no cabe duda para nadie, el amargarle la vida a foráneos y allegados. Su nombre, pronunciado
Ni sus nombres aparecen en los libros de recuerdo del Xixón antiguo, ni tampoco su actividad en aquella ciudad que, de tanta nostalgia, hoy recordamos deformada: buenista, limpia
Sus ojos evitaban mirar a cámara, iluminando, sin embargo, la escena con ese alivio relativo de quien ha visto el horror muy de cerca y que, por fortuna,
Tras la apariencia de un sencillo espectáculo frívolo, ideado para servir de entretenimiento a un público lleno de clichés, la moda de las niñas toreras, a finales del
Ocurrió, o eso aseguran, en Vilemovice, bien entrado el siglo XVI. Un viudo, queriendo romper con la soledad de sus tristes días, encontró a una muchacha que le
Cuando Gëorgia Knap se quedó huérfano de padre y madre tenía quince años y parecía que la muerte estaba tan lejana que casi ni podía divisarla, allá, oculta