Ni sus nombres aparecen en los libros de recuerdo del Xixón antiguo, ni tampoco su actividad en aquella ciudad que, de tanta nostalgia, hoy recordamos deformada: buenista, limpia
Porque nacieron mujeres, casi nunca consta su nombre en contrato alguno, ni en listas de esforzados trabajadores, ni ha quedado constancia escrita de dolores de espalda, horas sin
Cuando Gëorgia Knap se quedó huérfano de padre y madre tenía quince años y parecía que la muerte estaba tan lejana que casi ni podía divisarla, allá, oculta
Sus ojos siempre fueron transparentes, de un intenso color azul cielo que dejaba entrever la picardía de quien todo o casi todo lo encuentra picardioso. Fue el penúltimo
El primero del que tenemos constancia, pero no recuerdo, tenía un nombre enrevesado y -siempre me lo he imaginado así- bigotes. Se llamaba Nicolás Benito Caietano Díaz Alonso,
A Prudencio Merino, de niño, lo llamaba siempre su madre Polenchu y lo hacía desde la ventana, a la hora del almuerzo, mientras Prudencio se embelesaba mirando a