Los gijoneses de mi generación recuerdan vívidamente al Chaquetu -rebautizado como el Mercrominu-, los de la anterior, a Rambal, los que son algo más mayores, a la Perala.
A Prudencio Merino, de niño, lo llamaba siempre su madre Polenchu y lo hacía desde la ventana, a la hora del almuerzo, mientras Prudencio se embelesaba mirando a
Aquel agosto del 1912 -han corrido ya largos, convulsos, a veces grises, cien años- fue muy similar a éste. Rabioso de calor y en ocasiones eléctrico: las tormentas
El rapazón llevaba medio año ya que no levantaba cabeza. Era comprensible: toda la vida, toda, casi dos décadas, esperando a salir del pueblo, y ahora nada. Manda
Era 1932 en España. La joven República apenas si cumplía un año y, tras varios años de prohibición de cualquier manifestación pública, el país y el nuevo gobierno
– ¿Non piensas que pasé mieu? ¿Que nun podía dormir peles nueches ensin tí y espertábame al mínimu ruiu? ¿Que necesitaba compañía, y esta cosina diómela? Lo mesmo
Lo prohibía la diferencia de clases. A Fernandito Arellanos lo habían parido entre algodones y esencias de azahar en la casa más grandona y recargada del pueblo, una