Apareció haciendo limpieza, en un cajón de la casa que todas ellas frecuentaron antes de partir allá de donde no se regresa. Unas antes, otras después, pero todas
Porque nacieron mujeres, casi nunca consta su nombre en contrato alguno, ni en listas de esforzados trabajadores, ni ha quedado constancia escrita de dolores de espalda, horas sin
Sus ojos siempre fueron transparentes, de un intenso color azul cielo que dejaba entrever la picardía de quien todo o casi todo lo encuentra picardioso. Fue el penúltimo
El primero del que tenemos constancia, pero no recuerdo, tenía un nombre enrevesado y -siempre me lo he imaginado así- bigotes. Se llamaba Nicolás Benito Caietano Díaz Alonso,
Aquella anciana, que no era anciana pero de tan demacradito y tan poca cosa lo parecía, apenas si podía hacer algo más que lamentarse. No hablaba casi, porque
Uno de los mayores errores del ser humano es creerse superior a sus raíces, dejarse emborrachar por la fachada efímera de lo nuevo y creer que eres tú,