Se emperigotaba, orgullosa, el dengue, llamaba traenta al tridente y garraba’l garabatu en vez de coger el rastrillo, pero para los de Anayo María siempre iba a ser
La mejor dedicación de Consola, la vecina de mis tatarabuelos, era, y no cabe duda para nadie, el amargarle la vida a foráneos y allegados. Su nombre, pronunciado
Porque nacieron mujeres, casi nunca consta su nombre en contrato alguno, ni en listas de esforzados trabajadores, ni ha quedado constancia escrita de dolores de espalda, horas sin
Sus ojos siempre fueron transparentes, de un intenso color azul cielo que dejaba entrever la picardía de quien todo o casi todo lo encuentra picardioso. Fue el penúltimo
Aquella anciana, que no era anciana pero de tan demacradito y tan poca cosa lo parecía, apenas si podía hacer algo más que lamentarse. No hablaba casi, porque