El fin del mundo
Se rumoreaba, en noviembre de 1899, que el cometa Biela sería avistado desde la Tierra. Los supersticiosos lo interpretaron como la señal del fin del mundo. El cometa, finalmente, no apareció.

Las clases dóciles del terráqueo globo, como llaman á la Tierra los jógrafos-poéticos, han pasado un día de sudor frío, creyendo palpar á la muerte, á causa del anuncio de que se acaba el mundo.
– Debe ser cierta la noticia, -gritaba una señora supersticiosa á un vecino picado de viruelas,- porque es día 13 y además hace un frío impropio de la estación. Cuando en otoño ya hay sabañones, créame Vd. que es mala señal.
– ¡Ay, doña Paca! No me asuste usted. ¡Jesús, Jesús, cuánta desgracia! En fin, señora, sea lo que Dios y el zaragozano quieran. Me iba á lavar para salir á paseo; pero no me molesto. De todos modos, marcharemos á la eternidad con la cara sucia; porque he leído que ese Sr. Biela que nos va á visitar, caerá sobre nosotros sin aviso, y nos pondrá los cutis echados á perder. Quedaremos como carbón de leña. ¡Ay! Doña Paca. Despida Vd. en mi nombre á toda la familia. A mí me falta valor para muchas cosas. ¡Jesús, Jesús, cuánta desgracia!
Así contestaba á su vecina el picado de viruelas, un tanto afeminado y de aficiones peligrosas.
Ha habido verdaderas escenas de dolor.
El <<hasta mañana>> del día 12, partía los corazones.
Para muchos equivalía á la despedida eterna.
<<Hasta la eternidad>>, parecían decir las señoritas sentimentales, al despedir á sus novios.
– Un momento antes de la hora señalada para morirnos, pasa frente á mi casa, quiero verte por última vez y marchar <<al otro barrio>> mirándote esa nariz tan hermosa y ese bigote tan abundante.
– ¿Y si me ve tu padre y se acaba el mundo primero para mí?
– No temas, papá será benévolo.
Así se explicaban dos enamorados, perseguidos por el padre de ella, hombre bruto, á carta cabal.
Él acudió a la cita. Estuvo esperando a que su amada saliera y que el cometa llegara; pero ni aquella se asomaba ni éste parecía. El único que llegó fue el papá de la niña. Allí fue Troya. El muchacho echa a correr. El futuro suegro le sigue.
– ¡Cochino! ¡Marrano!- grita éste.
– ¡Por Dios, caballero!- exclama el otro, sin dejar de correr.
Por fin se cansa el pollo y se entrega en brazos de su enemigo. Éste le da unos cuantos achuchones, puntapiés y puñadas.
Ayer se encontraron los dos novios.
– Qué tal, ¡rico mío! Por fin no hemos muerto- esclama ella.
– Sí, pero tu padre por poco se encarga de hacer el papel de cometa Biela. Estoy lleno de renegrones.
No faltaron sujetos que se aprovecharan del terrorífico anuncio.
– Oye, Robustiana. Dame eso.
– Calla, por Dios, que me matas,
ten ya de mí compisión
que quiero morir chuchu mío
en paz y en gracia de Dios.
– Un beso, solamente.
– No.
– Por Dios, que se va á acabar… y todo he de morir. Aprovechémonos.
– Me fascinas, me enloqueces…
Y la romántica chica se entrega en brazo de su amante cuando baja doña Rosenda, madre de la niña.
El seductor deja á Robustiana y sale corriendo exclamando:
– ¡Gran Dios! ¡El Cometa!
Sujeto hubo que se metió en gastos al fiado, <<fiándose>> en nuestra desaparición.
Por eso ayer oí á un individuo que le apodan Pufo:
– Ese Biela me ha partido. ¿Con qué pago yo á mis acreedores? No tendré más remedio que declararme boer. ¡Y guerra á los ingleses!
– Estudia la lección, muchacho, que mañana te va á pegar el maestro.
– Eso no es verdad.
– Si mañana no hay clase, mamás.
– Sí, mamaíta, mañana se acaba el mundo.
No han faltado diálogos como éste:
– Préstame cinco duros.
– ¿Para qué?
– ¿A ti qué te importa? Mañana te los devuelvo.
– ¿Mañana? ¡Quiá! Mañana se acaba el mundo.
– Bueno, dámelos, y te los deberé eternamente.
El que sentía verdaderamente el fin del mundo, era un concejal <<asiduo>>.
– ¿Ha visto Vd. qué desgracia?- me decía.
– Por ahora, no.
– ¡No poder asistir a más sesiones!
– Cállese Vd., que todo se arreglará.
– ¡Todo se arreglará! Si hubiera salido ya para Madrid la Comisión del Ayuntamiento, puede ser. Pero no hay remedio.
Hoy ya vi contento al concejal.
Para asustarle le dije:
– No se alegre Vd., pues dicen que Biela nos visitará más tarde.
– Me tiene sin cuidado. Para entonces ya estará la Comisión en Madrid.
Podemos estar tranquilos.
Publicado originalmente en EL NOROESTE, miércoles 15 de noviembre de 1899.