Nicolasa, 1995. La noche más negra

Hace veinticinco años, el 31 de agosto de 1995, el peor accidente de la historia de la minería asturiana cubrió de luto el corazón de las Cuencas. Catorce hombres habían muerto tras una explosión de grisú que las medidas de seguridad no llegaron a detectar.

Tres y cuarto de la mañana del 31 de agosto de 1995. A cuatrocientos metros por debajo del suelo. Asturias duerme pero en Nicolasa, como cada noche, los mineros escarban en las profundidades de la tierra para llegar a la veta de carbón procelosa, escondida entre la roca y una trampa mortal que, aquella noche, los grisúmetros no son capaces de detectar. Hay decenas de mineros trabajando en plena madrugada: trece, concretamente, a sueldo de Hunosa en la octava planta, donde todo ocurre; otros cuatro, de la subcontrata SATRA, en la quinta. Hay, entre ellos, quienes sueñan con su pronta jubilación; otros, con las vacaciones, que están a punto de llegar; todos, con preocupación, miran el futuro de una minería herida de muerte desde que Bruselas mandara a parar.

Y, de repente, estalla el horror.

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